Eran mediados de Julio y estaba disfrutando las vacaciones al máximo. Pero, hasta ese momento, no había hecho nada fuera de lo normal. A falta de pocos días para el inicio de las fiestas de mi pueblo, propuse a mis mejores amigos que se vinieran conmigo. El problema era cómo llegar allí y cómo desplazarnos sin coche propio (está situado a más de 150 km). Mis padres ese verano no estaban con muchos ánimos para ir y, por consiguiente, tuvimos que buscar la manera de llegar a nuestro destino. Ese no era el único obstáculo que nos podía impedir viajar hacia allá, sino además, ya que en mi pueblo no hay transporte público y para llegar a la zona costera (apenas a 8 km de allí) necesitábamos algo para movernos rápidamente.
Al final, sin saber a ciencia cierta cómo íbamos a llegar, nos preparamos el equipaje en una mochila más bien grande, nos subimos a nuestras bicicletas y nos dirigimos a la estación del tren. Después de unas grandes dificultades para subir nuestros artilugios en él, estuvimos separados en dos vagones diferentes los cuatro amigos que éramos. Más tarde, tuvimos que pararnos en el último destino de esa línea. La "pesadilla" acababa de comenzar.
Nos informamos de cuál era el tren que definitivamente nos dejaría justo en mi pueblo. Únicamente pasaban dos cada día que tuvieran parada donde nosotros queríamos y, por suerte aún quedaba uno por llegar. Consumimos las horas que estuvimos esperando con un juego de naipes en mitad del andén. Al llegar la hora, por el horizonte divisamos un tren más bien antiguo y con poca capacidad para transportar personas. Cuando paró en frente de nuestras narices, una marea de gente estaba contenida entre las 2 paredes del tren. Para más aliciente, nosotros, con nuestras 4 bicis, debíamos de ser rápidos antes de que cerraran las puertas de los vagones.
Sin pensar en la integridad física de los ocupantes, prácticamente salté del andén con mi bicicleta, la cual se sumergió entre los cuerpos de las personas. No estaba dispuesto a quedarme fuera en el andén. Por suerte, encajamos todos dentro como un "Tetris" perfecto.
A medida que avanzábamos paradas, la afluencia de personas disminuía exponencialmente, más aún cuando se detuvo en la parada de "Port Aventura". Después de casi 2 horas, llegamos sanos y salvos a nuestro destino.
CONTINUARÁ...
CONTINUARÁ...
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