Lo cierto es que nunca había sido tan orgulloso como en ese tiempo. ¿Por qué razón dejaría de hablarme? Pensé que caería en la tentación, como ya hice en otras ocasiones, y que el "lado bueno" de mi alma me insistiría hasta dejarme llevar por su inocencia. Pero no fue así. Un motivo ajeno a mi no puede obligarme a dirigirle la palabra. Por eso esperé, hasta que un comentario suyo apareció en mi lista de "Mensajes no leídos". Ese partido lo gané yo, curiosamente, sin entrar en el terreno de juego.
Este es un ejemplo claro de evitar ser menospreciado en la vida, sea la persona que fuere. Y este caso sirve para todas las personas, y me gustaría que sirviese de guía para las personas más cercanas a mi (no por ello deben vivir cerca).
Recordad no perder inútilmente el orgullo, que nadie os lo arrebate. Cuando te arrebatan el orgullo, pierdes hasta tu sombra, convirtiéndote en un ser inútil.
"Sólo sé que aquí están todos locos menos yo"
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